La seducción de Caos (1992)

Se trata de una producción de «La linterna Mágica» para televisión española. No sé como la productora de Basilio Martín Patino contactó con Colin Arthur, pero  recuerdo cuando este nos contó a Carlos Rojo y a mi (su único equipo en aquel momento) que había salido una película en la que había que hacer un espectacular efecto con animatronics.

El trabajo requería  crear la ilusión de que el actor Adolfo Marsillach es en realidad un robot. En un momento de la película, el actor debía quitarse la piel como si de una máscara se tratase dejando al descubierto su interior mecanizado.  No querían algo tan tecnológicamente perfecto como el Terminator, con su acabado de metal pulido y brillante como espejo, sino algo mas artesanal. Lo cual  resultaba mucho más conveniente. Colin había trabajado con varios expertos en animatronica en su experiencia en películas como las dos producciones de la Historia Interminable del año 84 y la segunda del 89 y se encargaría el mismo de hacer los mecanismos interiores.

Lo primero fue realizarle un lifecasting, es decir tomarle al actor un molde de su cabeza. Se trata de aplicar primero una capa de alginato en el rostro y después de escayola , en dos piezas, por toda la cabeza.  Llega un momento en que el actor  tiene la cabeza completamente cubierta salvo dos orificios en las fosas nasales para respirar y creedme, puede llegar a ser muy claustrofóbico. Marsillach, uno de los grandes actores  españoles,  pasó un mal rato y Marisa, la por entonces mujer de Colin, tuvo que darle la mano y tranquilizarle con los típicos mensajes de » ya casi está… ya terminamos… un par de minutos y te sacamos de ahí..» Marsillach aguantó y el molde salió perfectamente.

 Carlos y yo nos pusimos a  sacar el positivo y hacer más moldes para crear una piel de foam látex que fuese idéntica al rostro de Marsillach. Mientras Colin comenzó a construir el animatronic con un cráneo de resina de poliéster que habíamos sacado del molde del actor.  Marisa, la experta en Látex,  tenía ya los moldes finales y la escayola bien curada en el horno y comenzó a  hacer sus mezclas de espuma de látex. La  máscara de Marsillach quedó fenomenal cuando se le pusieron cejas,  parpados , la barba del actor y demás complementos. Colin había terminado su animatronic y funcionaba perfectamente.  El cuello se movía con pistones de aire comprimido y la boca y ojos con radiocontrol y servos.  Colin y Carlos  practicaron el manejo del cráneo mecanizado.

En el rodaje, el actor debía estar sentado en una silla de atrezo  y para realizar el trucaje necesitábamos  reemplazar al actor por el animatronic sobre la silla, pero el director quería un plano más amplio para que se viesen las manos, así que se decidió que el mecanismo estaría sobre el torso de alguien que debía estar escondido.

Ese alguien fui yo.  Tuvimos que cortar la parte trasera del sillón y hacer un agujero por el que yo metía la cabeza. De esta forma estaban mis brazos por delante y la cabeza tras el respaldo, con el animatronic encima de mi pecho.  Hicimos algunos ensayos y la cosa iba bien.

El rodaje fue divertido, y el equipo se portó  estupendamente.  Conocían bien las limitaciones que había y no pidieron imposibles.  Primero se rodó a Marsillach sentado en el sillón,  Colin le había colocado una calota de látex pintada de color blanco, sobre ella una piel de látex con pelo imitando perfectamente la calva del actor. En un momento determinado, tras un breve monologo,  este se lleva las manos a la parte trasera del cráneo y tira de la piel como quien se quita un jersey, dejando al descubierto un cráneo blanquecino.

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Se corta y Marsillach  nos deja sitio a nosotros. Yo me meto por el agujero del sillón y me colocan el trasto mecánico encima. En la primera foto, Colin saluda con el radio control y Carlos  ajusta las cinchas que me sujetaban en el agujero del sillón. En la segunda se ve el tinglado de cables y correas que me sujetaba y movía los mecanismos del animatronic.

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Tuvimos tiempo para ensayar y coordinar los movimientos  entre Colin  y Carlos  manipulando el animatronic y yo moviendo las manos intentando imitar   la cadencia lenta y majestuosa de Marsillach.  Se rodaron varias tomas hasta que conseguí, a ciegas acertar con mis manos a desencajar la pieza del cráneo y dejar al descubierto el mecanismo del animatronic.

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El director y el resto del equipo quedaron satisfechos y nosotros también. El efecto resultó bastante espectacular y sorprendente. No era nada habitual en el cine español ese tipo de efectos y pensamos que con algo de suerte podría significar una nueva nominación al Goya para Colin, que ya lo había conseguido por La Grieta de Juan Piquer.  Si embargo,  la película no tuvo la distribución que habíamos pensado. No se estrenó comercialmente en  salas de cine, solamente pudimos verla unos años después cuando la pasaron por televisión española. No hubo nominación ni nada por el estilo, simplemente, y ya es bastante, la satisfacción de haber realizado un buen trabajo.